Proyecto "Las ciudades creativas": "AQUÍ NO HAY NADIE"


IDEA
La idea desde un principio fue utilizar un lenguaje contemporáneo para el tema de la ciudad. En un primer momento pensé en el vídeo, pues representa el movimiento –algo tan característico de la misma-. Sin embargo, decidí que la fotografía en el caso del  concepto aquí tratado podía crear una conversación más interesante con el espectador, pues es un medio que obliga a parar y a observar con atención.
Pensando en qué es lo más esencial que debe darse para que una ciudad exista, llegué rápido a la conclusión de que ese elemento son las personas, y más concretamente su acumulación en un mismo lugar. Desde este punto se llegó necesariamente a la cuestión de la identidad. Personalmente este tema siempre me ha interesado, así que decidí que este proyecto debía tratar sobre la despersonalización y el desconocimiento de las personas que nos rodean.

Teniendo en cuenta estas reflexiones, la idea definitiva a desarrollar fue la siguiente: realizar fotografías de escenas cotidianas de la ciudad, en las que el rostro de los personajes quedaría anulado.

CONCEPTO
La ciudad –hábitat inventado para nuestra existencia- está compuesta por la acumulación de personas. La ciudad es un conjunto de cuerpos viviendo en un mismo espacio. Es un lugar lleno de gente que no se conoce, donde la anonimidad y despersonalización se rodean de ruido y velocidad.
Si pudiéramos fijarnos en el entorno que nos rodea, nos daríamos cuenta de que estar en la ciudad también supone –entre otras cosas- ser testigos de un flujo constante de rostros, a los que no podemos prestar atención. El ritmo característico de la ciudad –que nunca cesa- merma nuestra capacidad de observación, quedamos sordos y ciegos en un ambiente que no permite parar para mirar. Así, nuestros sentidos se colapsan: somos incapaces de procesar toda la información que nos llegaría de tal cantidad de expresiones. La identidad queda diluida en este entorno tan abarrotado: he aquí la paradoja de la ciudad.
La despersonalización también es fruto de ese mirarnos a nosotros mismos, ya que solo prestamos atención a nuestra propia imagen. Nos preocupa cómo nos vayan a percibir los demás, cuidándonos siempre de que ésta sea adecuada y aceptable para la sociedad. Sin embargo, nadie nos ve en la ciudad.
En esta obra se pone imagen a la anonimidad, al mismo tiempo que borra lo más personal y lo más propio: la identidad. Aquí los rostros ya no aportan la información que deberían, no podemos reconocer su traza humana ni ver sus expresiones. Se borran para mostrar otro tipo de información subyacente, la que está escondida tras lo evidente: vivimos en un mundo rodeados de personas desconocidas. Esta obra quiere enfrentar al espectador a una realidad sugestiva: la ciudad como espacio lleno de personas que no tienen identidad y de la que formamos parte. 

PROCESO
El proceso seguido para la realización de este proyecto parte del trabajo de campo. Al tratarse de un trabajo sobre la ciudad, era necesario que se hiciera desde la ciudad. Aprovechando todo el tiempo que paso en este lugar, las diez fotografías que componen esta obra están realizadas en Madrid, tanto en sus calles, como en estaciones y vagones de metro y de tren, en tiendas, bares y exposiciones, abarcando un amplio abanico de lugares característicos de una urbe. El dispositivo utilizado es una 13/5MP Rear Camera (Samsung Galaxy J6+), por la instantaneidad que permite.
Como resultado de esta práctica de fotografiar miles de escenas in situ, obtuve una cantidad enorme de fotografías de la que posteriormente tuve que elegir las que iba a utilizar finalmente:  aquellas que mejor expresaran la idea que quería transmitir, y que cumplieran una características compositivas y estéticas adecuadas, con una imagen profesional.
Una vez el proceso de elección hubo finalizado, el siguiente paso era decidir si las fotografías iban a ser impresas en blanco y negro (escala de grises) o en color. Al final se optó por esta última opción, pues aunque el blanco y negro desnaturaliza más las imágenes, me decanté por una gama cromática común a toda la serie que aparte de darle una estética adecuada y cuidada, también aporta cierto aire de misterio gracias al tratamiento tan característico de los colores y la luz.
Cuando ya tenía las fotografías definitivas, llegó el momento de elegir cómo quería que fueran impresas. Llegué a la solución a base de prueba y error. Desde un principio, tras barajar varias opciones en cuanto a la medida, sabía que el tamaño de cada imagen debía ser 21x30 cm., así que la elección del papel era esencial para que la idea de la intervención de rostros funcionase.
Antes de elegir papel en el que serían impresas, era necesario escoger la mejor manera de intervenir las fotografías. Teniendo en cuenta todas las influencias que estaba recopilando para el trabajo (Marlon de Azambuja, Susi Gómez o Julio Adán) en un principio pensé en varias opciones. En primer lugar, pensé en intervenir los rostros de los personajes fotografiados con tinta negra, pero decidí que por la estética y los colores de las fotografías el negro no era el color más adecuado. En segundo lugar pensé en utilizar cargas a base de polvo fino de mármol, pero tampoco se ajustaba a la idea, así que finalmente opté por utilizar disolvente de pintura, ya que aporta un saber hacer más contemporáneo y un acabado idóneo para este trabajo (más sutil, tienes que acercarte a la fotografía para notarlo).
El papel sobre el que se tenían que imprimir, por lo tanto, era uno que permitiera que la pintura se moviese. Primero hice pruebas con papel satinado, y en estas practiqué diferentes formas de mover el pincel mojado en disolvente –y diferentes pinceles- para ver qué efectos podía conseguir. También quise probar qué efectos tendría el disolvente en una fotografía de revelado químico, por lo que imprimí una de ellas en un estudio fotográfico. Como la reacción que hacía éste no funcionaba, finalmente opté por el papel satinado. La pincelada que elegí fue la de efecto de barrido.
Al ya saber cómo hacerlo, intervine las 10 fotografías y elegí una composición determinada en la que debían presentarse. Divididas en dos filas (cinco arriba y cinco abajo) –y pensadas para ser colocadas en pared- las imágenes centrales debían ser la de la pareja en la estación del metro y la del retrato en primer plano. A ambos lados, el resto de fotografías dispuestas de forma que crean el efecto zig-zag jugando con las distancias de los personajes respecto a la cámara. En los extremos de ambas filas, las imágenes elegidas cierran visualmente la composición gracias a la disposición de los personajes –que están mirando hacia dentro-.
Como es esencial una presentación que dé el empaque que la obra necesita, pensé en la mejor forma de aportarle la máxima profesionalidad al acabado. Por ello opté por enmarcar todas las fotografías. El color de estos marcos (de madera y metacrilato) debía adaptarse a la gama cromática de la serie, por lo que el blanco era el más adecuado, ya que baña la luz de las imágenes y en todas está presente.
Por último, comentar que en este trabajo se han añadido algunos de los temas vistos en clase, como es el caso de los colores, la luz y la composición. Las 10 imágenes forman un conjunto uniforme gracias al uso de estos elementos de forma pareja. Como ya se ha comentado, todas ellas comparten una gama cromática cuidada, en la que predominan los azules, los grises y los rosas apagados.
La luz crea grandes contrastes en relación a las sombras, tanto en los espacios exteriores como en los interiores, incidiendo a veces de forma directa en algunos personajes (o elementos) cuando estos nos quedan a la sombra.

Compositivamente, para todas las fotografías se ha elegido una composición vertical y asimétrica, por ser la asimetría un factor de expresión de lo inestable y el movimiento. En la composición general de la obra, como ya se ha comentado, se juega con el alejamiento y el acercamiento de los personajes respecto al objetivo de la cámara. Esto es perceptible cuando observamos las fotografías como están pensadas que sean vistas: de forma frontal, colgadas en pared.



 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Aquí no hay nadie, Tamara Ramos Calero (2019) (detalle). Fotografía : Tamara Ramos Calero (2019).

 Foto de la autora con el proyecto. Fotografía: Julio Adán (2019).




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